miércoles, 7 de mayo de 2014
miércoles, 16 de abril de 2014
miércoles, 9 de abril de 2014
Isanrra: Capítulo 1
El timbre
sonó justo cuando estaba a punto de meterse un bocado en la boca. Fiora tiro la
tostada en el plato y se levantó de la
mesa, gruñendo de mala gana. Fue hacia la entrada principal.
-¿Por qué no usas las llaves que te di? Iba a empezar a desayunar ¿sabes?
El desayuno es la comida más importante del día, lo dicen en la tele.- Índico con cara de pocos amigos, mientras
efectuaba una pequeña pirueta para regresar al comedor.
- ¿Alguien se ha levantado de mal humor?- Este cerró la puerta y siguió a Fiora, que
se giró para lanzarle una
expresión molesta-. Lo sé, lo sé,
el desayuno es sagrado para ti. ¡Come tranquila!
Fiora volvió a sentarse mirando su tostada templada con mala cara,
mientras que él se tiró sobre la alfombra. Missi se acercó correteando hacia él
y comenzó a ronronear y a restregarse por la mochila que había dejado a su
lado, erizando sus bigotes.
Fiora los observaba recordando con nostalgia la primera vez que llevo a
su hogar al pequeño minino.
Fueron unos meses después de la muerte de su padre. Cuando Erick se
llevó a Fiora a uno de sus obligados paseos para sacarla de casa. Estaban
caminando cerca del rio cuando comenzaron a escuchar unos débiles maullidos. La
gata estaba sobre una roca en medio del agua, mojada y tiritando, aferrándose
como podía a la piedra resbaladiza. Fue Erick quien se metió para socorrerla.
Cuando la llevo ante Fiora, está la envolvió en su jersey para secarla y que entrase en calor. En cuanto la sostuvo en
sus brazos supo que jamás podría abandonarla, sentía que la necesitaba en su
vida y tal vez así fuera.
Su pelaje era cortó y suave, de un color gris pardo con unas delgadas
líneas negras aquí y allá. Gozaba
de unos preciosos ojos esmeraldas, y le asomaban unos pelitos por detrás de las
orejas y bajo las mejillas. No sabría determinar su raza ni su edad, tal vez
tuviese 3 años.
Tras varios arrumacos, ronroneos, maullidos, incluso leves zarpazos
cariñosos, Erick, al fin se decidió a sacar de la bolsa una fiambrera con
cachitos de lomo de la cena del día anterior que había reservado para ella.
Siempre le guardaba lo que fuere que sobrase cuando su madre hacia exceso de
comida, lo cual solía ser de forma muy continua.
<<
Es un amor>> pensó
Fiora.
En cuanto termino de desayunar, se dispuso a preparar la mochila con las cosas que llevaría a
la acampada, porque si, había decidido que haría la mochila el mismo día.
- ¡No olvides coger la tienda! - Grito Erick desde el comedor, aun jugando con Missi.
Lo había olvidado completamente.
Se desprendió de su pijama de ositos, sustituyéndolo por unos vaqueros
ajustados y una camisa de cuadros marrón.
Antes de poner rumbo hacia la nueva aventura, Fiora se aseguró de dejar
repartida por toda la estancia, varios cuencos con comida y agua para Missi,
tan solo estaría fuera un par de días, pero más valía prevenir.
El viejo Land Rover de Luis, circulaba con velocidad moderada a través de la
vegetación. A su lado de copiloto, iba Megan, su nueva novia, que se había
apuntado en el último momento. Ninguno de ellos la conocía aun y no estaban muy
entusiasmados con la idea de que viniera pues se suponía que era una pequeña
reunión para la vieja cuadrilla.
Fiora iba en la parte trasera del vehículo
mirando distraídamente por la ventanilla. A su lado estaba Cora con una sonrisa
de oreja a oreja, parecía muy feliz de volver a rencontrarse con su amiga.
Erick, al otro lado del vehículo observaba a sus amigos sin articular palabra.
Inconscientemente esbozo una pequeña sonrisa, feliz de que finalmente volvieran
a reunirse de nuevo.
Fiora, estaba tan ensimismada en sus fantasías, que apenas fue
consciente del trayecto hasta que se detuvieron frente a unos inmensos robles,
que no les permitían seguir avanzando por el camino.
Como fueron los primeros en llegar, tuvieron que esperar alrededor de
veinte minutos a que el resto de sus amigos los alcanzase.
- Oye pelirroja, ¿Qué te ha pasado en el cuello? - Pregunto Luis mientras sacaban las cosas
del maletero.
- ¿A qué te refieres? - Fiora se palpo
crispada-. No tengo nada. - Y coloco su cabello ondulado
estratégicamente para ocultar su cuello de miradas indiscretas.
- Es cierto, tienes toda la zona morada ¿no te duele? - Erick la escudriño bajo las gafas con
aquellos ojos grises que denotaban preocupación. Parecía un tanto molesto por no haberse dado cuenta
antes.
Odiaba ser el centro de atención y en
aquel momento todas las miradas se dirigían hacia ella. No obstante no pudo
evitar admitir que sus amigos estaban en lo cierto. Esa misma noche trataron de
estrangularla, y a pesar de que había sido un sueño, cuando se miró en el
espejo aquella mañana observo unos pequeños hematomas rodeándole el cuello.
Porque si, al parecer ahora se lesionaba mientras dormía. Seguramente.
- ¡Ah! ¿Esto? - Pregunto
señalando con el dedo índice el moratón de su garganta-. No
es nada, es solo que… soy sonámbula. - Y con un sencillo gesto en la mirada dio a entender que la conversación
había finalizado, cargo su mochila a la espalda, agarro la tienda de campaña
con una mano y un faro con la otra, y se alejó de ellos.
Anduvieron durante más de una hora, esquivando piedras, raíces, y toda
clase de obstáculos que se interponían
en su camino. Fiora tropezaba continuamente, de no ser por sus compañeros, que
la sujetaban cada dos por tres, seguramente se habría caído varias veces.
Comenzó a frustrarse debido al cansancio, dando pie a su lado más gruñón. Caminaba con el ceño fruncido y una
agitada respiración provocada por la fatiga que sentía. Estaba cansada. Ningún
sitio parecía ser adecuado para montar la tienda. Todo eran inconvenientes para
sus amigos. <<“esta zona
queda demasiado a la intemperie”, “aquí hay demasiados árboles”, “tiene pinta
de haber animales salvajes”, “hay muchas piedras”, “este suelo no me
gusta…”>>
Una inmensa desesperación se
retorcía por sus entrañas, le flaqueaban las fuerzas. Con cada paso que daba
más le temblaban las piernas, por no mencionar que la mochila que cargaba sobre
los hombros parecía cada vez más pesada. Afortunadamente para ella parecieron
hallar el lugar ideal.
Cuando se detuvieron en la explanada, Fiora arrojo la bolsa contra el
suelo, poso las manos sobre su cintura y recorrió la zona con la mirada. Pensó
que aquel lugar no era nada que no hubiesen visto camino atrás, la misma
vegetación salvaje, las mismas piedras y las mismas raíces. La única diferencia
que parecía haber, era un árbol caído y ya medio podrido por la humedad.
- Vamos ayúdame a montar la tienda - Ordeno Erick.
-¿De verdad? - Preguntó
atónita. Su amigo la observo por encima de las gafas sin comprender-. ¡Oh vamos! acabamos de llegar, tenía la
esperanza de sentarme un rato y beberme al menos cuatro litros de agua.
- ¿Alguien lleva demasiado tiempo encerrada en casa eh? Vamos a pillar
sitio para montar la tienda Fio, y luego si quieres te acompañare a buscar un
arroyo para que te lo bebas entero. Mientras tanto bebe esto. - Le lanzo la cantimplora, con una inmensa
sonrisa. Fiora la cogió torpemente, le devolvió la sonrisa, asintió y bebió un
gran trago de agua.
- Buenos ¿cómo estás? ¿Sigues luchando por salvar al mundo de la invasión
alienígena? - Preguntó el muchacho en tono burlón
mientras le pasaba un extremo de la tienda.
- ¿Qué?
- ¿Sigues teniendo esos sueños tan extraños?
Por supuesto Erick estaba al tanto de sus quimeras. Normalmente se lo
contaba todo, pero en aquella ocasión se vio obligada a hacerlo.
Cuando su padre falleció, lo último que deseaba era estar sola en casa.
Así pues, llamo a su amigo y le pidió que se quedase un par de días con ella.
La primera noche, Fiora volvió a soñar con Adelbert.
En aquella ocasión, estaban solos, a
excepción de que eran perseguidos por un grupo de hombres armados con espadas.
Sus persecutores vestían todos del mismo modo, con ropas oscuras que tapaban
prácticamente cada milímetro de su piel, un rasgo que les caracterizaba eran
unos tatuajes negros en el rostro, como líneas que salían a la superficie.
Fiora y Adelbert corrían a la velocidad del viento a través del bosque,
salteando los diferentes obstáculos que se interponían ante aquella libertad
tan ansiada, pero de repente algo se enrosco en la pierna de Fiora... Haciéndola
caer de bruces contra el suelo, muy propio de ella había que reconocerlo. Esto
provoco que uno de los hombres que los seguían le diera alcance agarrándola del
brazo y levantándola de golpe. Fiora no pudo zafarse de sus garras y no tuvo
tiempo de reaccionar antes de que aquel hombre fiero y con expresión sombría,
la clavase un puñal en el abdomen.
En aquel instante Fiora se despertó
aullando de dolor, palpando el lugar donde se clavó el puñal, pero no había
nada, su piel estaba completamente limpia. Erick preocupado por su amiga, fue corriendo al dormitorio de
está, con el fin de averiguar que había ocasionado aquellos gritos de terror, y
la encontró incorporada sobre la cama empapada en sudor, con una mirada de
auténtico pánico sobre el rostro.
Tras largo rato conversando con él sobre los extraños sueños que a
menudo la visitaban por las noches, se sintió totalmente aliviada. No había
sido consciente hasta aquel momento, de lo mucho que necesitaba desahogarse con
su mejor amigo.
- ¡Ah! sabes que sí, no creo que se me pase de un día para otro.
- Lo sé. ¿Y eso te lo has hecho durmiendo? - Preguntó señalando el moretón del cuello de
su amiga-. ¡Vamos, sé que no eres sonámbula! He
dormido contigo un montón de veces.
- Admito que no sé cómo me lo he hecho Erick, pero ¿Qué otra cosa puede
ser? Anoche soñé que un hombre me agarraba del cuello, y hoy tengo esto. - Señalo su cuello-. Lo más lógico es pensar que me estrangule
a mí misma.
- ¿Has pensado en visitar otro terapeuta?
- Ya he estado en doscientos loqueros y he probado con mil medicamentos y
ninguno funciona. - Exageró
exasperada.
- Sigo pensando que deberías ir, no puedes seguir de este modo Fiora
¡Mira lo que te has hecho! La próxima vez podría ser peor ¿Y si…
- ¡Listo! - Interrumpió
ella haciéndole ver a su amigo que habían terminado de montar la tienda. Sonrió
con descaro y dio por zanjada aquella conversación. Carecía de sentido hablar
de ello, jamás llegarían a un acuerdo.
Pero Erick reflejaba una clara preocupación por su amiga, decidió que
trataría de hablar con ella tras haber disfrutado de sus pequeñas vacaciones.
Ambos metieron sus pertenencias en el que sería su refugio, y
extendieron los sacos de dormir.
Poco después, se reunieron con el resto del grupo, que ya habían
terminado de montar el campamento. Se lo pasaron de fábula colocando en círculo
algunos tocones, que utilizarían como asiento. Si los datos de Erick eran
correctos, aquel seria el escenario que utilizaran los chicos para atormentar a
sus amigas con unas estúpidas leyendas urbanas.
- ¡Vamos, venid aquí! - Gritó Luis
haciendo un gesto con la mano para que tomasen asiento-. Estamos picando algo.
Fiora se fijó el mantel de cuadros rojos que habían extendido sobre el
suelo, con una infinidad aperitivos sobre ella. Había frutos secos, queso, pan,
galletas, y un tipo de fruta que no le era familiar, entre otras cosas.
Obedeció a Luis y se sentó junto a su novia Megan. agarro un pequeño puñadito
de maíces.
- Hola. No nos han presentado soy Fiora ¡Ya te vale Luis, ni nos
presentas!
- ¡Perdonad! Que despiste.- Luis se levantó para hacerse ver entre el grupo-. Chicos, os presento oficialmente a Megan,
ser buenos con ella. - Megan se
incorporó también y saludo al grupo con la mano y una sonrisa ruborizada.
- ¡Hola Megan! - Gritaron todos
al unísono.
- Tranquila son buena gente - le dijo Fiora a Megan cuando volvió a sentarse. Megan parecía tan
tímida que solo sonrió.
- Bueno… ¿a qué te dedicas? - Pregunto Fiora con la intención de sacar conversación, algo que no se
le daba especialmente bien.
- Trabajo en un centro comercial a las afueras de mi pueblo ¿Y tú a que
te dedicas?
- Deje mi trabajo hace tiempo cuando mi padr…. Bueno el caso es que he
decidido que quiero trabajar en algo que me apasione y como tengo algo de
ahorros estoy mirando un local para abrir una librería.
- Anda que interesante.
- ¿Te gusta leer?
- Bueno, no mucho la verdad. Pero me parece interesante el riesgo que
conlleva y el valor que tienes a la hora de perseguir tus sueños. Hay que ser muy
valiente. y te deseo lo mejor.
- Gracias. - Le lanzo una
mirada de aprobación a Luis. Aquella chica tímida y risueña le caía muy bien, ya lo había decidido.
No podía dejar de pensar en Missi, nunca antes había pasado una noche
sola en casa, sabía que estaría bien y no obstante no podía evitar preocuparse
¿y si se sentía triste? ¿Y si pensaba que le había abandonado?
<<
¡Por favor, Fiora relájate! Estará bien, sabe cuidar de sí misma, es lista. >> pensó
- ¡Pelirroja!
- ¡Madre mía que susto me has dado! - Exclamo.
- Lo siento. - Dijo Cora
entre risas-. ¿Vamos a dar una vuelta? Me apetece investigar un poco. - Parecía no querer aceptar un no por
repuesta.
- ¿Os importa si me apunto? - Intervino Erick. Su voz sonaba casi a suplica-. Si
preferís estar solas lo entenderé.
- No hay problema. - Concluyo Cora
mientras se levanta y sacudía con gracia la suciedad del pantalón.
- ¿Vamos a andar mucho?- Pregunto Fiora.
- No lo sé. ¿Por qué?
- ummm, no por nada.
Fiora y Cora se conocían desde
hacía tan solo tres años, cuando chocaron de bruces en la biblioteca del
pueblo. Fiora estaba realizando las prácticas de su último año de curso.
Llevaba un montón de libros en los brazos que debía recolocar en sus
correspondientes estanterías cuando de repente Cora choco bruscamente contra
ella haciendo caer todos los libros al suelo. De inmediato ambas chicas se
agacharon para recogerlos, como en una de esas clásicas películas de romance.
Sus miradas se encontraron y... Le pareció una persona muy agradable con un
extraño sentimiento de familiaridad, razón por la cual, tal vez habían
conectado, hasta el punto de convertirse en una de sus mejores amigas. Poco
después Fiora la presento al grupo y fue recibida con los brazos abiertos.
Además de ser una persona encantadora, Cora era el tipo de mujer que no
pasaba desapercibida. Era preciosa, tenía una melena rubia que le llegaba por
los hombros, a juego con unos ojos azules de mirada dulce, complexión atlética.
Sin embargo Fiora era todo lo opuesto, una chica del montón, pálida, pecosa, un
tanto huraña y quejica. Siempre iba despeinada y vestía con atuendos simples y
anchos.
De nuevo llevaban largo rato caminando, sin rumbo y sin prisa. Cruzaron
un sendero lleno de rocas de distintos tipos y tamaños, bien posicionadas a
cada lado. No era un pasaje agradable. Cada poco rato, les saludaban esas
dichosas y elevadas cuestas que acabarían destrozándole por completo las
piernas a Fiora, pues aún no se había recuperado del todo del trayecto
anterior. Subían y subían, esa tortura no acabaría nunca. Al menos en esta
ocasión sin la presión de tener que cargar un peso muerto sobre su espalda.
- ¿Has pensado en mudarte? - Pregunto Cora. Erick iba varios pasos por delante.
- La verdad es que no. Adoro mi casa, está lo suficientemente alejada del
pueblo para que no me moleste nadie y detrás tengo el bosque. - Contesto Fiora con el poco oxigeno que
tenía.
- Lo sé pero…
- Sé que está cargada de recuerdos, pero esta bien así, son recuerdos
bonitos que no quiero perder.
- Entiendo. - Cora pareció
dudar-. Me ha dicho Erick que has dejado tu
trabajo en la biblioteca.
- Así es. Me he tomado un año sabático. Amo mi trabajo Cora pero, lo
cierto es que me gustaría tener mi propia librería.
- No tenía ni idea. - Cora paro en
seco. Cosa que Fiora agradeció. Esta bebió un trago de agua y contesto:
- Lo sé, no se lo he contado a nadie, bueno a Megan ahora mismo, no sé
por qué. - A Fiora le pareció ver un pequeño gesto de
molestia en el rostro de su amiga.
- Está bien, no tenemos por qué contárnoslo todo. - y reanudo la marcha.
Continuaron subiendo sin mediar palabra. Fiora llego a plantearse si aquel lugar tendría una
cima, un final. ¿Hasta dónde querían subir? ¿Y por qué había que subir? ¿No
podían haber elegido el camino que iba en línea recta? comenzó a quedarse atrás
por lo que Sus amigos iban por delante de ella hablando de cosas que no podía
escuchar. ¿Estaría Erick por fin confesándole su amor a Cora? su amigo llevaba
prendido por ella casi desde que la conoció.
Lucho por alcanzarlos entre sofocos y respiraciones forzadas, por dios
necesitaba hacer más ejercicio. Cuando regresaran de la acampada, se apuntaría
a un gimnasio.
Se detuvo, cuando no muy lejos de donde se encontraba algo llamo su
atención. Una cueva. Una cueva a la que sentía que necesitaba entrar. Una cueva
que le estaba llamando por alguna extraña razón. No estaba segura de si debía
llamar a sus amigos, pero qué diablos, habían ido a investigar ¿no? Y además,
sería una buena excusa para descansar.
- ¡Eh chicos! Quiero ir allí. - Grito señalando la cueva, mientras se mordía nerviosa el labio
inferior. Cora siguió con la mirada la dirección que señalo la muchacha y
sonrió.
- ¡Claro! ¿Por qué no?
De lejos se veía deslumbrante. Un gran
arco cubierto de estalactitas rocosas, no parecía estar muy deteriorada y no
daba la impresión de ser peligroso entrar en ella. Una vez en el interior la
imagen no era peor, una gruta rocosa, por la que se filtraban los rayos de sol
que reflejaban en el pozo de agua
turquesa que se mostraba a pocos metros de distancia. El cuadro era realmente
espectacular. Parecía que el lugar tuviese luz propia.
- Yo ya he estado aquí- Murmuro Fiora
sin pensar.
- ¿Enserio? - Preguntaron al unísono sus amigos-. ¿Cuándo? - Prosiguió él.
- No lo sé.
Otra vez aquella extraña sensación de familiaridad que sentía a veces
sin saber muy bien por qué. Era abrumador, no lograba recordar cuando había
estado allí, pero tenía claro que había estado antes en aquel lugar. Tal vez de
pequeña, en una de las muchas expediciones a las que iba con su padre. Era
lógico que se le hubiese olvidado, pues tendría muy pocos años, y habían ido a
tantos sitios que resultaba imposible recordarlos todos.
Cruzaron por al lado del pozo y se adentraron por uno de los pasadizos.
A pesar del gran temor que sentían de perderse, la curiosidad se apoderaba de
ellos. Cuanto más avanzaban más rocosa se tornaba la superficie. Cora iba
corriendo de un lado a otro, saltando y riendo como una niña pequeña, mientras
Erick la observaba con dulzura.
-¡Mirad! - Bramo.
Se encontraban en una especie de estanque. El agua se veía pura y
cristalina y no parecía tan profunda como la del pozo que habían dejado atrás.
Eran aguas termales, pues un pequeño vapor de humo se alzaba sobre ella.
- Mira está caliente. Tócala. - Dijo Cora. Fiora se inclinó muy cerca de ella y aquellos ojos azules
como alhajas se cruzaron con los suyos, hundió la mano en el agua que
efectivamente estaba caliente.
- ¿No os dan ganas de daros un chapuzón?
- Pero… Cora… no hemos traído el traje de baño, nos lo hemos dejado todo
en el campamento - Indico Erick
ruborizado.
- ¿Cuál es el problema? No necesitamos un bañador para entrar ahí ¡Venga!
No aceptare un no como respuesta - Erick se puso aún más colorado.
La idea de quedarse en paños menores bajo la mirada de sus amigos no era
algo que a Fiora le agradase.
- Vamos Cora será mejor volver, ni siquiera me queda agua.
- Toma - Cora le dio su cantimplora a Fiora para que
se hidratase y después se la dejo a Erick-. Yo voy a meterme.
Cora comenzó a quitarse la ropa sin ninguna clase de pudor. Mientras
ambos amigos se quedaron observándola embelesados sin mediar palabra.
sábado, 5 de abril de 2014
Isanrra: Prologo
Y ahí estaba, en un claro rodeado de árboles, bajo la luz
de la luna. Al amparo de una fogata, hipnotizada por sus llamas. Las
preocupaciones habían desaparecido, las inquietudes y todos aquellos agobiantes
sentimientos quedaron absortos bajo el hechizo del fuego, arrastrándola a un
estado de total y absoluta relajación.
El resto de la compañía aun dormía. Era
ella quien debía mantener la guardia, velando por el bien de sus compañeros, asegurándose
de que permanecían a salvo.
A la derecha de la hoguera, echa un
ovillo y abrazada a una daga con finas esmeraldas incrustadas en el mango, había
una mujer que no parecía ser mucho mayor que ella, pero no alcanzaba a vislumbrar
su rostro con claridad, ya que gran parte de él estaba cubierto por una larga
melena ondulada. Sin embargo podían apreciarse unos grandes surcos bajo sus
ojos que mostraban que no había descansado en varios días. Aquella mujer cubría
su cuerpo con una capa oliva, que le pareció extrañamente familiar, para resguardarse del frio de la noche. A sus pies,
reposaba un reluciente arco plateado y un carcaj repleto de flechas.
El caballero que descansaba a la
izquierda de la pira, dormía a pierna suelta sin preocupación alguna. Al
contrario que su compañera, este mostraba un aspecto relajado y confiado. A
ojos de la guardiana del campamento, aquel chico parecía ser muy grande y
musculado, su cabello dorado brillaba iluminado bajo la luz de la luna. Vestía
con una fina blusa marrón, de aspecto desgastado y unos pantalones negros y ajustados.
Como su compañera, este también llevaba capa, aunque era oscura y no parecía
estar usándola para resguardarse del frio. La espada del guerrero, se
encontraba envainada, casi se podría decir que olvidada, reposando sobre la
espesura.
La guardiana creyó escuchar un ruido muy cerca de ellos y se puso en pie de inmediato dejando atrás aquella calma. El ambiente se había vuelto tenso, oscuro y totalmente silencioso. Se llevó la mano a la cintura en busca de la protección de su daga, mirando de derecha izquierda, pero fue demasiado lenta, pues antes de poder desenvainarla, unos corpulentos brazos rodearon su cuello haciendo que depositara el arma de nuevo en su funda y robándole el oxígeno de los pulmones. Trato de zafarse en vano pues los brazos que la oprimían eran demasiado fuertes. Intento gritar para alertar a sus compañeros aun dormidos, pero de su garganta no salió sonido alguno….
Se incorporó de golpe lanzando un sonoro
grito de dolor. Su garganta. Le costaba respirar. Se llevó las manos al cuello
sin saber muy bien como ese gesto podría ayudarla, un acto reflejo supongo. Estaba
empapada en sudor, asustada muy asustada y respiraba con dificultad. De nuevo
aquel maldito sueño.
Despertarse en mitad de la noche gritando y muerta de miedo se había
convertido en un ritual. A menudo con la sensación de no estar sola.
En la mayoría de aquellos sueños aparecían los mismos guerreros, los que
aquella noche había tenido que proteger. Habitualmente aquellos sueños no eran
más que fragmentos insignificantes, incluso
solía olvidarlos al día siguiente. No obstante, los últimos meses dejaron de
ser simples fragmentos para transformarse en historias continuas y muy vividas.
Todo esto no habría sido un gran problema si no fuera por que empezaba a
repercutir en su día a día. Le dolía cada musculo, le dolían los ojos y le
dolía casi hasta caminar, se sentía terriblemente cansada.
Había consultado con varios especialistas al respecto, pero todos ellos
coincidían en que seguramente se tratase del estrés debido a perdida de un ser
querido.
Su padre.
Nunca conoció a su madre. Ignoraba los motivos por los cuales la
había abandonado. Cuando preguntaba a su
padre al respecto, este se ponía tenso y serio y tan solo le contaba que desapareció tras su
nacimiento.
Pero si llegados a aquel punto de su vida aún no había tenido las
agallas suficientes para ponerse en contacto con ella, desde luego no se
merecía el título de madre. Jamás podría perdonar que ni tan siquiera la
hubiera llamado por teléfono tras la muerte de su padre. ¿Acaso no sentía
curiosidad por conocer a su hija? ¿No la quería? Pero sobre todo Fiora nunca le
perdonaría, por no haber acudido al funeral.
Tan solo tenía a Missi y a Erick, su hermano. Bueno no era realmente su
hermano pero así lo sentían. Erick siempre estuvo ahí, desde que eran pequeños.
Se criaron prácticamente juntos como hermanos. Fue Erick quien estuvo ahí tras
la muerte de su padre, no su madre. Fue Erick, quien iba todos los días a verla.
Ella apenas habría sido capaz de mantenerse en pie si no fuera por él, lo sabía
y le estaría eternamente agradecida. Le obligaba a alimentarse, a asearse a
salir del sofá. Le obligaba a salir a la calle y despejarse y le ayudaba con la
limpieza de la casa.
Esta trágica vivencia, le llevo a descuidar
sus amistades y así misma.
Fueron Erick y Cora, quienes decidieron organizar la acampada que
reuniría de nuevo a al grupo de amigos. Aquella quedada había sido creada
específicamente para ponerse al día y recobrar la distancia.
Por otro lado Fiora, no podía hacer más
que deliberar y fantasear con todas las actividades y aventuras que estaban por
venir. Se presentaría voluntaria para recolectar madera y encender una fogata,
donde asarian la comida y se resguardarían del frio. Pediría a Cora, una de sus
mejores amigas junto con Erick, que le ayudase, y así hablarían de todos los
cotilleos que se habían perdido en aquellos meses. Pero ella sabía que nada
sucedería así, pues sus compañeros llevarían comida, y probablemente no encendiesen
ninguna hoguera por miedo a provocar un incendio forestal. Si tenían frio se
cubrirían con los sacos de dormir y si la comida estaba fría utilizarían el
campin gas. <<Pero
fantasear es gratis>>
Fiora, estaba realmente entusiasmada con la idea, en especial por todo lo que había vivido en el último año y medio. Una mañana mientras estaba trabajando recibió una terrible llamada telefónica. Su padre había muerto en un trágico accidente de coche. Ni si quiera pudo despedirse de él pues no hallaron más que su cartera entre las cenizas y los escombros. realizaron una ceremonia con un ataúd vacío.
Pero definitivamente debía poner fin a aquella situación de continua autodestrucción. Su padre no querría verla así, no querría verla desperdiciar su vida, no querría verla dejar de lado a sus amigos. Sus sueños. Razón por lo que hacía un par de semanas decidió que había llegado el momento de dejar de depender de Erick, salir de la cama por sus propios medios y voluntad, alzarse, rehacer su vida, salir de aquel abismo de oscura depresión. Era la hora de dejar la bata de lado y comenzaría una nueva vida. Poner en orden sus ideas, sus proyectos, recuperar el contacto con el grupo.
La pantalla de su móvil se encendió iluminando el techo de la habitación,
sacándola de su nido de pensamientos. Había recibido un mensaje. Era Erick.
- Fiora, ¿Estas por ahí?
-Hola Erick, sí, cuéntame.
-Vaya no pensé que te encontraría
despierta. Había olvidado comentarte que al final, Luis y el resto, han pensado
que sería más divertido acampar en otro lugar, ya sabes adentrarse más en el
bosque, supongo que pretenden encender una hoguera y contar historias de terror
para que las chicas se abracen a ellos, ya me entiendes.
- ¡Oh!, Vale no hay problema. Aunque no
pienso abrazarme a nadie.
- Me parece bien. Iré a buscarte, tengo
unas cositas para Missi. Por cierto, al final Megan también se apunta, así que
andamos algo escasos de tiendas ¿sigues teniendo la tuya?
- Sí, claro, la llevo.
- ¡Genial! hasta mañana entonces.
-. ¡Hasta mañana!
<< Vaya parece que al final nos adentraremos
en el bosque. Suena emocionante. >>
lo siento
domingo, 30 de marzo de 2014
Isarra
Desde hace años Isarra está condenada por la maldad del nigromante Dayron, todo el reino vive bajo sus normas y cualquiera que le lleve la contraria o no sacie sus necesidades está condenado a una muerte segura.Pero esto no será siempre así, pues existe una profecía. Tres criaturas de diferentes especies se aliaran para darle muerte de una vez por todas.No obstante existe un problema. En la última batalla Fiora fue enviada a la tierra y ahora ella no recuerda quien es.
Esta primera historia que voy a ir publicando poco a poco no me termina de convencer demasiado por el tema de ir escribiéndolo todo como si fuese un diario. Aunque precisamente por eso seguiré con ello para probarme a mí misma ya que normalmente estoy acostumbrada a hacerlo en tercera persona. Espero no hacer mucho el ridículo y bueno si no gusta pues lo cambiare o lo dejare. Pero quiero comentarios sinceros.